Podríamos preguntarnos por qué al diablo le molesta tanto una palabra tan simple como “gracias”. La respuesta, tan esencial como evidente, no nos la darán los sabios ni los filólogos, sino los niños. Porque son ellos, al aprender las letras hebreas en la escuela, quienes reciben de sus maestros una advertencia insistente: no confundir la Dalet (ד) con la Resh (ר). Son casi idénticas a la vista.
Esta mínima diferencia gráfica hace que la palabra Todah (תודה), “gracias”, se parezca mucho a Torah (תורה). Y todos sabemos que el pobre diablo es algo tuerto. Su defecto visual le impide distinguir con claridad entre la Dalet (ד) y la Resh (ר). Por eso, no logra diferenciar entre Todah (תודה) y Torah (תורה).
En el tratado talmúdico de Kiddushin (32b) se enseña que la Torah es un antídoto contra el Iezer haRa, la Mala Inclinación. Y en el Zohar (I-190a), se identifica al Satán con esa misma Mala Inclinación. De ahí su aversión visceral hacia la palabra Todah: la confunde con Torah.
Un sabio, en cierta ocasión, me compartió una enseñanza poderosa: si sufrimos una desgracia o caemos enfermos, debemos dar las gracias como si se tratara de un obsequio. Si lo que recibimos vino del Satán, al vernos agradecer, lo retirará de inmediato. Porque no puede soportar que el ser humano agradezca. Tal vez intuye que la guematria de Todah (תודה), 415, es la misma que la de haKadosh (הקדוש), “lo Santo”.
Es cierto que no todos están llamados a penetrar en los misterios de la Torah, pero todos podemos decir “gracias”. Nos hará mucho bien.
Juli Peradejordi
https://elzoharesplendor.wordpress.com/